Hay una relación directa: si el niño se comporta según cómo se siente. Si el niño se siente bien, tranquilo, a gusto, no va a buscar conflicto, se “portará bien”.
Y cuando se siente mal, ¿Cómo podemos ayudarle sentirse mejor?
Muy fácil: aceptando sus sentimientos
¿Cuál es el problema? Que a menudo, l@s madres/padres no aceptamos los sentimientos de nuestr@s hij@s:
– Aitaaa!! ¡me he caído y me duele la rodilla un montón!
– Bueno, bueno, eso no es nada. Venga, ya ha pasado, a jugar!
Si vemos un ejemplo entre adultos:
– Patxi, estoy hecho polvo. Me han echado del trabajo hoy mismo, sin ninguna explicación.
-¡Jesús! ¡No serás el primero al que despiden! La vida es así. Tampoco es para estar tan mal, piensa en mi hermana, que lleva 2 años en el paro, ella sí que tiene razones para estar mal.
¿Cómo acogeríamos esta respuesta?
La persona que ha perdido el trabajo necesita la empatía de su amigo; alguien que le escuche, que entienda el dolor que siente y que le dé la oportunidad de expresarse: porque así, se irá tranquilizando, la confusión que tiene disminuirá y estará en mejor disposición para enfrentarse a sus sentimientos y problemas.
Con l@s niñ@ es exactamente lo mismo. Frecuentemente lo que ocurre es que las expresiones de sentimientos de nuestr@s hij@s encienden algo dentro de nosotr@s que no queremos ver y automáticamente negamos lo que sienten. Sería bueno que cada un@ reflexionara por qué le ocurre eso.
Si negamos los sentimientos de nuestr@s hij@s constantemente, éstos se enfurecerán. Y al mismo tiempo, empezarán a no reconocer sus propios sentimientos y a no confiar en ellos.
Por último, destacar que aceptaremos los sentimientos, pero debemos poner límites a algunos comportamientos que esos sentimientos puedan desencadenar.
– “Veo que estás muy enfadado con tu hermano; pero no le puedes pegar bajo ningún concepto, utiliza el diálogo”.